imageEn los últimos años, las áreas de fitness han florecido en los campings. Han pasado de ser instalaciones que suelen instalarse donde sobra espacio, a convertirse en un lugar de encuentro, vida e intercambios. Permiten que personas que, por un sinfín de razones, nunca pisarían un gimnasio, vengan a divertirse... y a "hacerse daño" sin temer ni por un momento la mirada de los demás, ya sabes esa mirada despectiva de la ramita con el último leotardo fluorescente sobre su vecina... un poco más redonda y vestida con una camiseta y unos pantalones de jogging que han visto días mejores. También es un lugar donde el principiante se codea con el "levantador de hierro" que se convierte espontáneamente en instructor.
Son fáciles de usar. Las marcas más serias ofrecen paneles explicativos en varios idiomas, cada vez más reforzados con códigos flash que permiten a los principiantes acceder a consejos profesionales a través de vídeos que puede ver en su smartphone o tableta.
Pero la razón principal del éxito de estas zonas de fitness es su convivencia. Son una oportunidad para mezclar generaciones, hombres y mujeres, sanos y discapacitados. Los distintos fabricantes lo han entendido y han desarrollado su catálogo en consecuencia con equipos que pueden albergar hasta ocho personas al mismo tiempo. Para ello, han creado plumas en las que es posible acoplar varios equipos al mismo tiempo. Este principio permite incluso convertirlo en un lugar de integración entre personas sanas y discapacitadas. Basta con combinar en las mismas estructuras talleres para personas sanas y talleres para personas discapacitadas.
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